lunes, 5 de octubre de 2009

Planes


A raíz del Protocolo de Kyoto, la mayoría de países firmantes adquirieron unos compromisos (que se incumplen sin sanción posible, todo sea dicho) de limitación de las emisiones de CO2 a la atmósfera. En el caso de España, en 2010 se le permitía aumentar un 15% las emisiones de CO2 respecto a las de 1990 (sí, ya véis cuán agresivos son los planes de reducción de emisiones) y ni eso somos capaces de cumplir. En 2008, emitimos un 42% más que en 1990, con una evolución nula de la intensidad energética (vamos, que seguimos gastando la misma energía que hace 20 años para producir una unidad de PIB).

Posteriormente, algunos países o regiones, decidieron tomar objetivos más agresivos y empezar a hacer parte de la guerra por su cuenta:
  • La UE lanzó el plan 20/20/20: en 2020, el 20% de la energía procederá de fuentes renovables y las emisiones de la UE serán un 20% menores a las de 1990.
  • China, en su Stimulus Package lanzó el plan de lograr un 15% de su electricidad de fuentes renovables (y los chinos incluyen la hidráulica en ello) en 2020. A pesar de las típicas trampas estadísticas (que tan bien hacen los chinos), es la primera vez que China adopta un compromiso con la reducción de emisiones.
  • EE.UU. se está pensando, discutiendo, debatiendo, argumentando, sobre si deberían de asumir compromisos o no.
Con estos planes, cada uno ha decidido hacer un poco la guerra por su cuenta. China, que no ha firmado el protocolo de Kyoto hasta que no lo haga EE.UU., ha visto una oportunidad de negocio en la industria de renovables, hasta entonces dominada por Europa. EE.UU. ha empezado a variar un poco su mentalidad cuando le ha afectado al bolsillo (la gasolina está a €0.50 el litro, ¡oh cielos!). Y Europa, sigue jugando este papel de "donneur des leçons" que tanto gusta en Francia (aunque también hubo quién ha hecho negocio).

Todo esto viene a cuento porque en 2012 el protocolo de Kyoto llega a su fin. Y nadie sabe muy bien qué pasará. Lo que sí parece claro es que ahora la sociedad está más sensibilizada, pero con su bolsillo. ¡Estamos en crisis! Y, ahora mismo, se requiere coraje para tomar decisiones que puedan afectar negativamente aunque sea a una sola empresa.


A mitad de diciembre se celebra en Copenhague la cumbre del clima de la ONU. Tengo pocas esperanzas de que salga algo positivo, ya que los intereses de cada país es altamente probable que prevalezcan. Y todos conocemos la fobia que tiene EE.UU. a comprometerse. Pero la pregunta que me hago es: ¿importa?

Hay factores importantes que explican porque esta cumbre puede ser una pérdida de tiempo. Por un lado, aún sigue el susto del precio del petróleo. Aunque estemos en recesión, el petróleo sigue caro (los $80/barril sigue estando en la franja alta) y nada hace pensar que vaya a bajar. Por otro, la inversión en renovables ha dado sus frutos y, actualemente, un kWh de eólica cuesta tanto como uno nuclear (unos 30 céntimos). Empieza a ser viable sin muchos subsidios y mejorando. En eólica almenos, se ha pasado el punto donde la industria es viable y potente.

Sin embargo, hay factores que explican porque esta cumbre debería de dar resultados. De entrada,  el desarrollo de renovables de momento, no está implicando el cierre de centrales térmicas. Así que, las emisiones no bajan en términos absloutos (aunque sí en relativos). Y, segundo, es un problema global: Europa sola no va a ningún lugar sin EE.UU., China, Canadá, Australia, India... No se puede pedir lo mismo a Europa que a China, pero ambos deben de estar en la pomada.

No hay comentarios: